Cuando todavía no han pasado 24 horas de la
finalización del Maratón en Valencia, no puedo dejar de tener una sensación
agridulce, más agria que dulce, de la experiencia valenciana.
Hace unos tres meses cuando empecé la
preparación de la carrera, el objetivo era claro, bajar de las 4 horas, las
temperaturas suaves y el recorrido prácticamente llano, deberían ayudar a
conseguir este objetivo; sin embargo, la especie de “bronquitis asmática” con
la que llevo “conviviendo” los últimos meses me complicó el seguir de forma
rigurosa el plan previsto.
Pero una vez en Valencia y llegado el momento
de la salida, ya nada de eso importa, solo ves los 42 km que hay por delante..
. hay que salir y darlo todo, lo demás son excusas de mal pagador.
Mi única estrategia en carrera era mantenerme a un ritmo extremadamente conservador que me
permitiera respirar sin dificultad, ya que no era cuestión de “echar los
pulmones” en mitad de la carrera.
A las 9h estaba prevista la salida, y ocurrió
algo que yo no había visto nunca en una carrera de este tipo… un salida nula…
debido a que prendieron una mascletá un par de minutos antes de la salida, un
grupo de keniatas pensaron que era la señal de salida, y salieron escopetados;
resultado, tuvieron que echarlos otra vez para atrás y al final salimos unos 15 minutos después de
la hora prevista… mal empezábamos.
Espectacular la salida sobre el puente que
cruza La Ciudad de las Artes y las Ciencias, y, en general muy bonito el recorrido pasando por
zonas muy céntricas de Valencia; los kilómetros más “aburridos” fueron los
primeros (entre 3 y el 18, más o menos) con calles muy anchas y sin animación
por las calles, muy parecido a lo que fue la Maratón de Sevilla.
Corrí muy cómodo las primeros 20 kilómetros,
ritmo tranquilo y buenas sensaciones, pero es aquí donde la Maratón muestra su
grandeza y lo que le hace ser una carrera especial, tan dura como maravillosa,
y está vez salió “cruz”; poco antes de
llegar al arco de la Media, y cuando me encontraba cómodo y eufórico, pensando
ya en aumentar el ritmo en la segunda parte de la carrera, llegó el Sr. Maratón
y decidió que no, que me iba a regalar un dolor en la rodilla izquierda que
sería mi compañera de viaje hasta el final de la carrera.
Pero es aquí donde el espíritu de las balas
verdes de Las Tablas, se pone de manifiesto, así que si toca sufrir se sufre,
pero la retirada no está en nuestro diccionario, y si el Sr Maratón decide
ponerlos las cosas difíciles, se acepta pero no sin rendirnos.
Así, lo que tenía previsto como una carrera
propicia para conseguir mejor marca personal, se transformó en mi peor marca
personal (4:29)… una cura de humildad y una lección de que por mucho que
pensemos que tenemos controlada y planificada la carrera, la realidad luego nos
pone en nuestro sitio.
Por cierto, impresionante y espectacular los
últimos 700 metros de la carrera, la entrada en la Ciudad de las Artes y las
Ciencias, con la gente animando y gritando tu nombre (no es que me conocieran,
es que estaba escrito en letras gordas en el dorsal) y los últimos 100 metros
sobre una pasarela sobre el agua…. sin palabras…
Muy grande tu hazaña Carlos que te consolida en el Olimpo de las Balas Verdes y que da inicio a una prometedora carrera como reportero deportivo.Felicidades.
ResponderEliminarMientras leía, me imaginaba lo que debias estar sufriendo!!! Ya solo por eso te subo hasta el 4ª puesto de la clasificiación.. A los keniatas no hay quien les gane!!!
ResponderEliminarDeben estar los enanos super orgullosos de su padre y eso es lo importante de verdad!!!
un Abrazo y enhorabuena