Behobia 51
Club Atletismo Las Tablas. Mi club y si quieres, también el
tuyo.
Lourdes Agüero
No sirve de consuelo a los que querían al joven que se dejó
la vida en la meta de la pasada Behobia – San Sebastián, el pensar que murió
haciendo algo que le gustaba. Durante días, meses, años, la sola mención de ese
barrio de Irún les provocará rechazo, dolor y odio.
Con poquito odio y cada vez más devoción me enfrenté a esta
dura prueba, animada por el espíritu bala
verde que hace que una realmente crea que puede conseguir algo en esto del running, y promovida en plan excursión
dominguera por uno de los corredores del
club que ya es veterano participante de ediciones anteriores. En San Sebastián,
ciudad con entorno, playa y paisaje de lujo nos citamos varios para acabar
ahítos de pintxos y brebajes deliciosos, buen acopio para lo que nos esperaba
horas después…
torno bucólico, al
lado de un río de márgenes estrechos aquí y anchos en su llegada al mar,
rodeado de columpios, jardincitos y el barrio entero echado a la calle. Las
pancartas de colores tipo manifestación avisaban a los corredores en qué lugar
debían ubicarse para tomar la salida. La organización, inflexible en este punto
para evitar aglomeraciones y demostrar que caben 33000 participantes en una
carrera que es probablemente la de mayor tradición en toda España. Raphael y su
gran noche, qué pasará, qué misterio habrá en una sensación de nervios y emoción
contenida por compartir con desconocidos las ganas de sentirse bien y probarse
una vez más, aunque las circunstancias fueran más idóneas para estar en una
terraza tomando el aperitivo que corriendo a desniveles en el terreno de 190 metros
a 27º de temperatura. En esos momentos, mejor no mirar al termómetro y
dedicarse a agradecer los ánimos de la gente, chocar las manos de los niños y
arrancarse al ritmo del DJ del km 8, la furgoneta heavy del 14 con bandera
pirata incluida y los jóvenes tocando tambores del 20.
La llegada a la meta rodeada de arcos de triunfo, la
megafonía que lee mi nombre como si fuera el único, el caldo Aneto que no
falte, la playa de la Concha y sus aguas
congeladas para dar contraste a mis cargadas piernas, la sidrería que nos acoge
a lo grande para reponer fuerzas y los amigos encantados con el esfuerzo
realizado.
No cabía un alma y sin embargo, para haber tenido la
felicidad completa, que un corredor de 31 años hubiera vivido para conocer a
sus nietos y que vosotros hubierais estado allí también, amigos del club que
nos apoyasteis en la distancia y con los que, en cuya compañía, correr no es
solo correr.
Todos podemos añadir muchas más cosas a lo ya escrito aquí, pero en síntesis y en lo que a mí respecta, yo aporto cuerpo y mente para correr; los ánimos y el espíritu son del Club y de todos sus integrantes. Gracias.
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